Hernán Arias: «Antes de este gobierno el periodismo era una vaca sagrada»

Por Florencia Blanca

Hernán Arias nació en 1974 en San Francisco, provincia de Córdoba. Egresó de Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba, donde trabajó como docente e investigador. Publicó el libro de relatos Los invitados y la novela La sed y fue parte de la antología La joven guardia, entre otras. En el 2007 ganó la beca de escritura del Fondo Nacional de las Artes. Desde Revista Tónica le enviamos unas preguntas sobre su última novela, Las noticias, publicada por Editorial Nudista.

Las noticias

-¿Cómo nace Las noticias? ¿Cuándo la escribiste?

Las noticias nace de mi experiencia como trabajador en el rubro periodístico, labor que duró unos cuántos años. Como muchos escritores, tuve que trabajar en una redacción para parar la olla, y desde el comienzo sentí que estaba participando de un ambiente un tanto kafkiano. Desde mi escritorio veía el piso completo de un edificio en el microcentro de Buenos Aires con cientos de empleados alineados frente a sus máquinas produciendo noticias. Empecé a tomar notas sobre lo que veía y sobre lo que me pasaba. Notas sueltas, escritas a mano. Después, cuando me fui de esa empresa con una indemnización -también llamada «retiro voluntario»-, dediqué mi tiempo y energía a darle forma a estos apuntes, pagándome con ese dinero cada día de trabajo.

-¿Qué libros influenciaron tu última novela?

-Cuando estaba empezando a organizar las notas volví a leer las Aguafuertes de Roberto Arlt, puntualmente las que hablan sobre el periodismo. Admiro esos textos: su lucidez, su coraje, su incorrección. Arlt dice: «El buen periodista es un elemento escaso en nuestro país, porque para ser un buen periodista es necesario ser buen escritor.» Yo estoy de acuerdo con eso. También hubo una idea de Roland Barthes que me sirvió. Barthes dice que en un momento de su vida se dio cuenta de que lo que más disfrutaba de escribir era empezar y terminar los textos, redactar el comienzo y el final, y empezó a escribir cortito. En Las noticias yo hice algo parecido.

-¿Qué función tiene el periodismo cultural?

-Informar y difundir obras de calidad. Muchos periodistas culturales cuentan con la formación y los medios para seleccionar qué promocionar, y cuando hacen ese trabajo a conciencia me parece muy valioso. Por ejemplo, ayer leí una nota crítica de Diego Colomba publicada en BazarAmericano sobre Luces de navidad, el último libro de Francisco Bitar, y fue un placer. Hay periodistas que se toman el trabajo de observar con sensibilidad y atención y se esmeran a la hora de escribir. Yo agradezco eso.

Foto: Maya Socha

Foto: Maya Socha

-¿Qué periodistas leés?

-No leo por las firmas sino más bien por los temas. Y me interesan temas de lo más variados.

-¿Qué diferencia hay entre las miserias del mundo literario y del mundo periodístico?

-Posiblemente ninguna. La mezquindad es lamentable en todos los oficios.

-¿Encontrás cambios en el periodismo durante el último gobierno? ¿Cuáles?

-Sí. Para empezar se puso sobre la mesa la discusión sobre la situación de los medios de comunicación en este país, y eso afecta directamente al periodismo. Por otro lado aparecieron nuevos medios, nuevas líneas periodísticas, nuevas firmas. Por supuesto que cada empresa hace su juego y mueve sus piezas como mejor le conviene, pero antes de este gobierno el periodismo era una vaca sagrada a la que se la trataba con excesivo respeto, y eso cambió. Todavía hay figurones que se manejan con esa lógica, y le hablan de igual a igual a la Presidenta de la Nación o a un Ministro, pero quedan en ridículo. El kirchnerismo entendió que en la comunicación la firmeza en el nivel semántico es fundamental, y la sostiene todo el tiempo. Por ejemplo, con los fondos buitres: después del fallo de Griesa cierto sector de la prensa empezó a hablar de la Argentina como un país fundido, mientras que el gobierno se mantuvo diciendo que no está quebrado quien tiene la voluntad y el dinero para pagar, aunque no lo dejen. Y la discusión está ahí, trabada, como se traban los boxeadores contra las cuerdas. Hay que ver quién saca la mano que mande a la lona al otro.  

 

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