La disputa simbólica por el miembro

Por Leticia Martin // leticiamartinelem@gmail.com

Trabajos, de Juan Marcos Almada.

Editorial El 8vo loco y Milena Caserola, 2013. 95 páginas. $25.

Jopos, muchachos, gatopardos, ventajeros, adictos y borregas. Los personajes de la nouvelle Trabajos, de Marcos Almada, merodean los escenarios de los bajomundos porteños, prostíbulos y piringundines, fiestas literarias y peleas.

Trabajos narra el enfrentamiento de un grupo de amigos —escritores— con otro grupo literario al que el narrador denomina “poetas putos”.

Para llegar a esa pelea las tintas se cargan, con el correr de los capítulos, en la descripción del grupo de escritores de barrio, pibes que pagan un alquiler y tienen que salir a trabajar. Si bien ese in crescendo está contado con acciones —es decir, conocemos a los personajes por lo que hacen— el desarrollo se vuelve demasiado extenso y reduce a los adversarios a una muy breve descripción, dejando apenas dos o tres páginas a la acción final, donde sucede la revuelta más interesante.

Tararira, Danonino, Guernica, Garófalo, Caracholo y Germondari son narrados por Forfalcon. Juntos adscriben a casi todos los vicios habidos y por haber. Desde los más sutiles comportamientos, hasta los hábitos peor considerados.

La banda trasnochada es fanática de los automóviles y se reúne en el taller de Miguel Calafate a leer párrafos del manual del favorito: el Ford Falcon. Las andanzas de estos personajes incluyen: un tipo desnudo, atado de pies y manos, “todo cagado”, torturas a cambio de una firma para publicar a un escritor, compadritos, matones, mujeres a las que se les levanta la mano y consumo de drogas y alcohol, por nombrar sólo algunos sucesos.

Las influencias de un autor como Marcos Almada hay que rastrearlas bastante lejos. Sin lugar a dudas se debe partir de Roberto Arlt, pasar por Germán Rozenmacher, Alberto Laiseca, Manuel Puig, y llegar a Leonardo Oyola o Juan Diego Incardona, para ubicarlo en una clara tradición barrial y popular. De los colegas actuales se observa en Almada el gesto de citar canciones de autores como Pappo, por ejemplo. De Arlt es ineludible encontrar ese logrado lunfardo que, si bien es actual cuando habla del ferné o de los sánguches de milanga, por momentos parace situado en los escenarios arltianos de los años treinta. Los personajes hablan al verres, por ejemplo, y dicen: “de coté, la jermu, o el dorima”.

Hay en la prosa de Almada un estilo humorístico y barroco, a la vez que una sobrecarga en las expresiones y giros de sus personajes. Es también arltiana la elección de narrar con naturalidad las “bajezas” de sus héroes, así como los gestos encumbrados, que siempre aluden al compañerismo, la amistad y la cofradía. Habitante de la noche, Forfalcon habla de ella como de “una motoniveladora a la que el sol desintegra como si nunca hubiese existido”, y a la vez narra los fiestorros, las cachazas, las orgías y las francachelas. Una noche que se le niega al narrador, que termina pegándole a la bolsa de box, o fumando un porro para bajar.

Si bien los diálogos escasean, el texto es pura enunciación. Tal vez podríamos hablar de una cadena de acciones que son ensambladas por el habla del narrador. Por supuesto hay descripciones, muchas, y una abultada repetición del motivo “órgano sexual”.

Como decía Cesare Segre para diferenciar tema de motivo, este último designa una pequeña unidad temática, que no llega a comprender la totalidad del texto, pero que representa un elemento de contenido y situación que se repite.

Los órganos sexuales recorren la narración de punta a punta. Metáforas y comparaciones del miembro masculino nombran a los personajes, vengan situaciones, sirven a la agresión verbal y—al mismo tiempo— miden cierta “potencia” de los amigos.

A su vez Almada plasma en pequeñas acciones y una cantidad de gestos simbólicos cierta representación de la escena literaria porteña. “Guernica me dijo que el movimiento poético vernáculo actual contaba con dos vertientes. Una: el hipismo. La otra: la putez, que comprendía a su vez un submovimiento de travas y tortas”.

El enfrentamiento —lo que estos grupos parecieran disputarse— es el sentido de la masculinidad. Si de algo no quedan dudas es del lugar central que ocupa en la nouvelle el miembro masculino, que es nombrado de una y mil formas; y del que no queda expresión lunfarda por reponer. Toronja, chorizo, tararira, brazo fornido, termotanque, morcilla vasca, chota, provoleta, expendedor de chorros de ricota.

Caben en esa representación la cita a Federico García “Calor”, Viey Temperley, y la mención de un Borges gay a partir del que se desata la gran disputa final. “Que hablás de Borges si Borges no cogía. Era un pito muerto que le chupaba la pija a Bioy. De Bioy hablá, manfloro, que si vos te llegás a cruzar a un tipo como Bioy, pelás el culo como una naranja”.

Almada le permite a su narrador meterse con los grandes nombres de la Literatura Argentina, y lo hace sin perjuicio y sin temores, perdiéndoles el respeto, o faltándoselos; o como quiera el lector leerlo.//RT8

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